El acabado de la esquina, el más jovencito, sí, ¿quién es?.
El plumín ahora sin tinta, escribió sobre mí sus marcas de amor. ¡Linda firma tenía el degenerado!
Y me pregunto quién es cuando me tropecé en los cementos inmundos con la bestia del placer. Arrogantes del planeta. Y ahí se me entregó como el sol al cielo, natural y lógico. Y me quemó con sus rayos, con sus fulgores internos que deleitaban mi cielo lleno de su brillo.
Mis nubes gemían del placer y el sol seguía agitándolas ¡cómo quema el sol en la tarde!. Mi señorito, mi sol.
Mi cielo satisfecho ahora y el sol oculto, en la tierra estamos.
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